@SuarezRMarca | Que cualquier tiempo pasado fue mejor es algo tangible, al menos en lo que se refiere al Unicaja, un equipo que ahora mismo es la sombra de lo que fue, con jugadores sin alma en la cancha y con una dirección técnica que va a la deriva, sin capacidad alguna para achicar agua. Enfrente, para más inri, para dar la puntilla, para despertar la melancolía y la nostalgia, se encontraba Carlos Cabezas, malagueño de Marbella, cajista del Unicaja, y ante todo un base de los de verdad.
Él solito se almorzó a todo el Unicaja en un último cuarto magistral. Anotó 11 puntos en los minutos de verdad e hizo una lectura perfecta de cómo atacar, cómo seleccionar tiros, cómo encontrar y hacer mejores a sus compañeros. Lo que ni Nelson ni Nedovic, ni tampoco en esta ocasión Alberto Díaz, fueron capaces de hacer.
El partido empezaron a perderlo los malagueños precisamente por los bases. Porque a Cabezas le acompaña Campazzo, tan bajito como valiente. El argentino se gustó también para sumar otros 14 puntos, como su colega, y maniatar cualquier intento local por remontar el choque.
Porque esa es otra, a pesar de los pesares, el Unicaja se mantuvo con opciones durante prácticamente todo el choque. Ganó el primer cuarto tras un inicio desastroso (27-23) y con el susto de Nedovic en una caída. Perdió de manera lamentable el segundo parcial con un sonrojante 10-21 mientras Kuzminskas, con 2 personales, se aburría en el banquillo. Tras el descanso, consiguió levantarse para imponerse 24-23. Pero en el último, después de hacer lo más difícil, ponerse a sólo 2 puntos con la mitad del cuarto por delante, se vino abajo incomprensiblemente.
La zona como medida desesperada que planteó Plaza fue jauja para los de Katsikaris, que aumentaban la distancia ante el fervor de los casi 100 murcianos que les acompañaron en el Carpena. Los apenas 5000 cajistas que fueron al encuentro se quedaron apenas en la mitad cuando acabó el choque. Aun así, resonaron sus silbidos en contra de Plaza y de sus jugadores.
Este Unicaja ha caído a los infiernos, a un pozo sin fondo del que parece difícil salir si no se toman medidas extremas. A finales de febrero, la temporada amenaza con acabar con la imagen de los malagueños, desastrosa una vez más.