No ha sido la noche del Málaga. En ninguno de los sentidos. La victoria contundente y aplastante del Rayo Vallecano deja una estadística. Un dato a destacar. El cuadro de Martiricos no encajaba cuatro desde el ascenso fallido. Desde el 4-2 de Riazor. Desde el 12 de junio del año pasado. Y la guinda fatídica la puso Antoñín. El que sirvió de salvavidas para la estabilidad del Club. Señales del destino.
Lo peor de todo es que pudieron ser más. El colegiado anuló dos tantos -uno a Qasmi y otro a Pozo- por posición antirreglamentaria. Y si no es por Dani Barrio, el saco de dianas directo a La Rosaleda se rompería. Gran actuación del guardameta asturiano en la que ha sido, sin lugar a dudas, su mejor actuación defendiendo el escudo del Málaga. Cuatro goles en los que la fortuna se decantó por el lado local. Uno fue por una mano traicionera de Ramón en el área y el otro por un tanto en propia meta de Juande.
El 4-2 de Riazor se recuerda en la Costa del Sol por ser el antecedente del último intento de ascenso fallido. En aquel choque, Luis Hernández abrió la lata con su primer y único gol en aquel curso y con la diana para el recuerdo de Javi Ontiveros, pero con un cuadro gallego que mostró su mejor versión ante una afición entregada a su equipo. Un año y tres meses después, el Málaga volvió a salir sonrojado de un estadio con cuatro goles en el saco.