Pasó sin pena ni gloria por El Molinón. El Málaga necesitaba de su eficacia goleadora, pero esta se quedó en casa. Armando Sadiku era el hombre al que los aficionados se habían encomendado en la previa del encuentro para conseguir goles que certificasen la permanencia. Después de los 90 minutos, ni siquiera asustó a Mariño, que ni supo con qué pierna chutaba el ‘9’.
Superado e inerte en el terreno de juego, Sadiku no fue capaz de conectar con sus compañeros ni dentro ni fuera del área. De hecho, solo tocó 22 veces el balón, perdiendo diez posesiones. Además, estuvo blando en los duelos aéreos y por el suelo. En el primer parámetro consiguió ganar 6 balones de 12. En el suelo, dos ganados de cinco.
Es extraño la poca participación ofensiva que tuvo el delantero en el partido. Ni de lejos probó fortuna. La única ocasión, y si se le puede llamar de esa manera, llegó en un cabezazo tan débil que ni inquietó al guardameta. La prueba visible de la actuación de Sadiku es su mapa de calor, muy disperso y sin zonas en rojo, que indica su incidencia expresa en esa determinada zona del campo. Partido para olvidar y para aprender del albanés, que pasó sin pena ni gloria por el estadio gijonés.