El partido del Málaga en Cádiz ha dejado una corriente positiva que ha venido de perlas al vestuario. En el Ramón de Carranza, el Málaga de Pellicer dio un recital táctico a los amarillos durante los 90 minutos que duró el encuentro. Los blanquiazules pagaron con la misma moneda con la que el cuadro de Cervera se llevó los tres puntos de La Rosaleda a comienzos de la competición en el categoría de plata. El técnico de Castellón supo leer, con el partido de la ida como espejo, lo que había que hacer en campo donde solo había ganado el Numancia este curso.
La clave estuvo en la posesión y en la manera de entenderla. El partido en Martiricos fue el tope que consiguió el equipo de Víctor Sánchez del Amo en cuanto a tener la pelota se refiere. En aquel choque, el Málaga tuvo el 72% del cuero para acabar perdiendo el partido por 1-2. Curiosamente el único gol malaguista -obra de Antoñín- que no ha servido para puntuar. Con muy poco tiempo de posesión, el Cádiz sentenció el encuentro. Algo que Pellicer sabía, tal y como anunció en la previa del partido, y es que el Cádiz es el equipo de Segunda que mejor rentabiliza los ratos que tiene el balón.
En el Carranza el Málaga jugó al gato y el ratón. Los malacitanos consiguieron que fuese el Cádiz el que tuviese que tener la pelota, cosa que se acentuó con el gol desde los once metros de Adrián González. Al final del partido, las estadísticas decían que la posesión había acabado 58% – 42% a favor de los de la Tacita de Plata. Una venganza servida en frío desde la pizarra del vestuario cuyo valor va mucho más allá de los tres puntos obtenidos. Los malaguistas tenían muy malas cifras ante los equipos de la zona alta, algo que se ha roto con la victoria en el campo del líder.