Encontrar la luz donde parecen que acechan las sombras suele ser una ímproba tarea al alcance de unos pocos visionarios, a los cuales la sociedad en general tomaría como enajenados. Debo decir sin que suene altanero ni egocéntrico que la pasada semana encontré esa luz, ese faro malaguista que te recuerda donde está tu hogar. Ví muchos faros, muchas luces, muchas vidas en general. Paso a explicarme para no llevar al lector ni al despiste ni al aburrimiento. Tuve el placer de acompañar al infantil del Málaga Futsal al encuentro navideño de la cantera. Ocasión maravillosa para pulsar de primera mano la salud de la Academia. Y como relato en líneas anteriores vi luz, vi ilusión, esperanza y futuro.
Es como un mapa de un tesoro escondido que se te revela por sorpresa ante tus ojos. Vi niños que sueñan ser estrellas, preadolescentes que saben que alcanzarán el sol, vi el futuro brillar en los ojos de todos los presentes anhelando un sueño que reluce como ese tesoro del que intuyes su existencia pero nunca has podido sentirlo tan cerca cómo para creer firmemente en él.
Pero detrás de un tesoro siempre hay corsarios y piratas, no dispongo de información para calificar quienes interpretan los roles en esta interesante obra de teatro de ejecución tan compleja. Pero todos con un poco de atención y lectura de las noticias diarias que rodean al club sabrán discernir qué papel juega cada parte. Por un lado el club y esas personas que se dedican en cuerpo y alma a que las cosas salgan adelante, a veces con menos recursos de los necesarios pero que con su dedicación y eficiencia suplen las carencias, hablo de entrenadores y cuerpos técnicos que forman y educan a los chavales en la cultural del esfuerzo y la superación.
Por otro están los gestores, por darle un nombre genérico, que parece a ojos dé este humilde aficionado, que su única tarea es la de entorpecer un proyecto que debería ser la envidia y el espejo de muchas ciudades de España y que parece, desde su nacimiento, abocado al fracaso. Y es que no se puede hablar de Academia sin unas instalaciones acordes a las dimensiones del proyecto. Instalaciones que deberían estar ya más que finalizadas y que ahora mismo parecen una ciudad deportiva fantasma, más propia de los esqueletos de cemento que adornaban las ciudades tras la crisis, que el faraónico proyecto que nos vendieron cuando el club cambió de propiedad, hace más de 10 años.
Es por ello que me he visto obligado a dedicar mi opinión de esta semana sobre esta parálisis, para exigir respuestas y acciones y no por mi, un humilde aficionado que sólo quiere que el club vuelva de donde no debió salir, sino por esos cientos de niños, cuya luz de su mirada son el faro que define donde se encuentra el futuro y cuya ilusión no entiende de piratas sino de tesoros.