PACO VERA SE NOS HA IDO Y MÁLAGA, OTRA VEZ MADRASTRA

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Nadie hubiese pensado hace poco más de seis meses que el ímpetu, la fuerza y la confianza que siempre demostró en si mismo, pero desde el respeto hacia los demás, podía quedar sin vida por culpa de la epidemia de nuestro siglo y buena parte del anterior, el cáncer.

 

Les hablo de Paco Vera, al que conozco desde hace más de 25 años por ser uno de los mejores amigos de mi padre, además de compañero de viaje en varios e importantes proyectos empresariales, y al que siempre he tenido en gran estima.

 

Sin embargo, de un tiempo a esta parte, he tenido la suerte de conocerle no como el niño al que sorprendía su capacidad de emprendimiento sino como el empresario, a un nivel ínfimo a su lado, que conociendo la dificultad de una empresa en el día a día tenía la curiosidad de aprender de uno de los hombres más destacados del ámbito de la construcción y la obra pública de Andalucía en los últimos cuarenta años.

 

Esa suerte no me la he ganado yo sino que me ha venido dada por razones familiares al ser invitado por mi padre, otro gran empresario de Málaga -y no es pasión de hijo sino opinión objetiva y quienes me conocen saben por qué lo detallo-, al Consejo de Administración de Pamasa. En el año y medio que he podido compartir estas reuniones al lado de empresarios insignes, además de determinantes para nuestra ciudad y su provincia durante la década de los setenta, he conocido a un Paco Vera más excepcional si cabe con la quietud que dan los años.

 

Aportó siempre a las reuniones la frase y el consejo más que su imposición. Podía hacerlo por el número de acciones que tenía para tratar de buscar las soluciones adecuadas en un sector donde la falta de obra pública y los retrasos en los pagos de las instituciones dificultan su desarrollo. Fue capaz de articular procesos en los que la inteligencia se imponía a la solución fácil a bote pronto. No me extenderé en mencionar sus obras o expansión internacional de su empresa, sujeta, como todas, a los avatares y vaivenes de la última gran crisis, pero sí se ha de destacar cómo logró, una vez más, resurgir de sus cenizas como el Ave Fénix.

 

Debe bastar con decir que Málaga y muchas de sus obras más importantes no se entenderían sin Paco Vera y su conglomerado de empresas. Esa Málaga madrastra que en mi opinión no ha sabido estar a la altura con un conciudadano propio para agradecerle todo lo que este empresario, hecho a sí mismo, ha sido capaz de dar a la ciudad. Nuestra magnífica ciudad tiene estas cosas, esperemos que ahora que se nos ha ido sepa al menos reconocérselo a sus familiares más próximos.

 

Del Paco Vera persona diré dos cosas. La primera, que en la inmensidad de su océano empresarial y económico me pidió un favor a finales del año pasado inesperado para mí. Una pequeña gestión pero que viniendo de tan destacada persona ni me esperaba ni imaginaba. Y digo un favor porque fue esa su forma de expresármelo al comentarme, no viene al caso, lo que necesitaba. La segunda, que siempre fue amable y educado, incluso antes de que coincidiéramos en los consejos de administración de Pamasa, en cualquier lugar en el que nos encontrásemos.

 

Se nos va un malagueño excepcional, ya saben lo que digo siempre a ese respecto: Málaga pierde a uno de sus hijos más destacados y yo a un profesor a tiempo parcial. Descanse en paz y que el Cristo de Mena, el de la Buena Muerte, le siente a la derecha del Padre.