Una noche triste y decepcionante de Copa del Rey más. Y frente al peor Barcelona que se ha visto en mucho tiempo en una fase final copera. El Unicaja sigue fracasando temporada tras temporada en sus obligaciones deportivas desde que llegó Joan Plaza al banquillo. Únicamente su esperanzadora primera campaña y la ilusionante segunda salvan un periplo que va para un lustro de incumplimientos con la afición por unas u otras causas.
Muchos achacan el bajón deportivo del club -que va para diez temporadas- en la disminución del presupuesto. Otra falacia más. Solo es cierto si lo medimos con los dos grandes y el Baskonia, lo que ya era una realidad cuando los malagueños luchaban, y a veces ganaban, los títulos. Respecto a los demás, que hace años que pasan a los malagueños por el carril de la izquierda, la derecha o por el centro, no se sostiene.
La llegada a la dirección deportiva de Carlos Jiménez resultó ilusionante pero la novedad, dos temporadas después, se ha quedado en agua de borrajas. Si a ello unimos un presidente adormecido y un Consejo de Administración incapaz incluso de mantener su plaza y derechos en la Euroliga por no saber hacer el lobby correcto o contar con el apoyo institucional y económico de la entidad bancaria para tal empresa, la resultante provoca una desazón en la afición y el entorno realmente exasperante.
Eso sí, grandes valores del club no pueden regresar a él por causas banales, falsas o de envidias colectivas. La inmundicia humana es siempre así. No tenemos un base desde ya no se sabe cuándo y no dimite nadie en una entidad que va a la deriva y que si no gana la Eurocup no volverá a la máxima competición continental en mucho tiempo, y estará condenado a pasear sus huesos fuera de la élite europea.
¿Y todavía se preguntan por qué no se llena el Martín Carpena? Lo raro es que la afición siga tragando con estos dirigentes deportivos y directivos de un Unicaja que un día fue grande y hoy es una auténtica mediocridad en todos los sentidos.