Gil Manzano no tuvo su tarde en el Santiago Bernabeu y, como suele ocurrir, sus graves errores perjudicaron claramente al más débil. Hace ya mucho tiempo que los árbitros saben cómo funciona este circo de LA LIGA, una de las competiciones profesionales más adulteradas del mundo. No hay más que ver el reparto de los derechos televisivos y tratar de hacer la comparación con la Premier League o la Bundesliga.
Es sencillo. Se beneficia a los dos grandes, léase Real Madrid o al FC Barcelona, se progresa en el Colegio de Árbitros y se puede ser internacional además de no descender de categoría. En caso de que sea complicado echarles una mano, se inhibe uno de los errores de bulto de los futbolistas de ambos clubes y que son materia de discusión en las aficiones perjudicadas pero no en los grandes medios de comunicación ni en el Comité de Designación.
Lo vimos hace unos días en Anoeta, donde no se explica uno por qué Leo Messi o Busquets acabaron el partido sin irse a la ducha antes de tiempo y lo volvimos a ver ayer en el Bernabeu. De entrada, Sergio Ramos realizó dos faltas con sendos agarrones en su área que cuando menos merecían la amonestación verbal y, en uno de ellos, incluso que pitase penalti. Se comprobó después cuando el córner del primer gol merengue nace de una falta previa de Su Majestad Cristiano Ronaldo, por lo que era imposible señalar la falta que hubiese evitado el tanto de Ramos. Se evidenció más tarde cuando Gil Manzano, extremeño y poco dado a actitudes valientes, perdonó la segunda amarilla a Casemiro y con ello su más que justa expulsión. Y, rizando el rizo, al más puro estilo del escocés Craig Thomson en la innombrable noche de Dortmund, concedió el segundo gol madridista en un claro fuera de juego de hasta tres futbolistas merengues más el autor del gol, Sergio Ramos.
Hasta aquí los motivos arbitrales por los que el Málaga no pudo -aunque lo mereció de sobra- repetir la gesta del Camp Nou o Mestalla y sumar un nuevo punto en la clasificación. El planteamiento de Marcelo Romero fue más valiente que el de Juande Ramos en la Ciudad Condal pero con menos fortuna de cara al resultado final. Su 1-4-2-3-1 -a este deporte se juega con portero aunque Kameni ayer alternarse brillantes intervenciones con errores de bulto- maniató a un Real Madrid que pasa por una crisis evidente. El disparo al poste de Chory Castro y el cabezazo de un recuperado Camacho no quisieron encontrar la portería de un Keylor Navas más nervioso que un flan y ello evitó un desasosiego aún mayor en la grada y el palco madridista.
La segunda mitad no varió para nada el guión con el que se llegó al injusto 2-0 del descanso. Es más, los del Gato Romero merecieron algo más que el tanto de Juanpi Añor y de nuevo Chory Castro pudo lograr el tanto del empate que evitó Navas. Los blanquiazules recuperaron sensaciones y fueron ese conjunto aguerrido y luchador que nunca se rinde. En ese nivel no debería haber problemas para lograr la permanencia pero hay que corroborarlo en Pamplona en apenas siete días. El partido de Peñaranda fue aceptable en un escenario complicado y el de Luis Muñoz, salvo a balón parado como todo el equipo, excepcional. Demichelis cumplió tras la lesión de Juankar que le obligó a entrar, por lo que pese a otras cuestiones incluso podría resultar positivo su regreso en lo deportivo. ¡Por favor!, no me pidan que reitere mi opinión sobre otros temas.
En definitiva, un buen partido frente a un grande, enésima vez que perjudican al Málaga CF con esta nomenclatura ante uno de ellos, y esperanza en que todo puede ir a mejor si se corrigen errores importantes para el futuro.
¡Memoria, Compromiso y Fe!, sobre todo esto último.