Ayer se celebraron las segundas elecciones generales en España en apenas seis meses. Con algunas diferencias en los resultados obtenidos con respecto a 2015 pero con un panorama parecido para lo que viene. El caso es que los malagueños echaron en falta que alguien más se presentase a Presidente del Gobierno y es que estoy seguro de que si Francesc Arnau se llega a presentar hubiese arrasado en Málaga. Es una realidad, es el hombre de moda. Su gestión en los primeros meses a cargo de la dirección deportiva del club de Martiricos se lleva el sobresaliente como nota general.
Los fichajes de Jony y Keko han levantado un muro de sonrisas difíciles de tumbar. Unas sonrisas que rara vez suelen aparecer por el verano en La Rosaleda. El malaguismo está más acostumbrado a llorar en estas fechas que a celebrar y Arnau junto a su equipo, especial mención a David Vízcaino, han conseguido revertir la situación de todos los periodos estivales. El catalán llegó casi de rebote y sin hacer mucho ruido se ha ganado el respeto y la confianza de sus votantes. Las tinieblas de Husillos y Casado han quedado lejos. Es cierto que el dinero de las televisiones ha servido mucho para que la ilusión fluya por los pasillos y calles de la ciudad, pero ya hubo dinero en el pasado en el club y todos recordamos algunos de los fichajes que se hicieron con él.
A Arnau solo le queda una promesa electoral por cumplir. Una que ninguno de sus predecesores consiguió hacer realidad. Si el catalán consigue que Camacho no se vaya, misión muy complicada conociendo la cláusula del maño y la trayectoria histórica de los blanquiazules con respecto a estos temas, habrá hecho historia. Falta Sandro Ramírez, falta Albentosa, Juankar y alguno más. La pretemporada está a la vuelta de la esquina y el primer objetivo ya está cumplido. Hay ilusión y sueños por alcanzar.