Los que de verdad amamos el fútbol contamos los años por las temporadas futbolísticas que disfrutamos, de tal guisa que nuestros años no comienzan después de las uvas de Nochevieja sino, de un tiempo a esta parte, a mediados de agosto y finalizan a principios de junio. De esa forma, cada año se convierte en dos como si nuestra vida fuese un torneo de apertura y otro de clausura permanente. Viene esto a cuento porque van pasando nuestros "años" sin darnos casi cuenta de que nuestros mayores y grandes ejemplos del malaguismo nos van dejando poco a poco, inexorablemente.
La noticia del fallecimiento de mi buen amigo José Luis Monreal me ha provocado un profundo pesar. Malaguista ejemplar, persona recta en su trabajo y formal en su quehacer diario, demostró siempre vestirse por los pies y ser honesto con los demás y consigo mismo. Estos días se hablará de sus virtudes como lateral izquierdo, de su imponente locuacidad para entender el fútbol y explicarlo adecuadamente, de su capacidad de sacrificio para adaptarse como futbolista a un puesto que no era el suyo al lado de jugadores como Viberti, Migueli, Benítez, etc.
Pero quiero hablar aquí del amigo y del profesional que conocí en mis primeros pinitos radiofónicos. Apenas contaba yo con 14 años cuando todas las semanas me encargaba de la previa del fin de semana deportivo en la antigua Radio Torcal de la Cadena Rato, la actual Onda Cero. Como quiera que la emisora tenía en aquellos años unas raíces muy antequeranas y el CD Antequerano militaba en la Segunda División B, presidido entonces por Pepe Toro, era de obligado cumplimiento informar de ese club. Todas las semanas tenía que hablar con José Luis Monreal, su entrenador, para que me diese la última hora de su equipo y opinión del rival. Él lo hacía con su habitual locuacidad, seriedad y amabilidad hacia un chaval que empezaba en esto de contar cosas.
Sin embargo, mediada la temporada y acercándonos a la Navidad me llamó una tarde para citarme en la óptica que regentaba con su esposa, q.e.p.d., cerca de la calle que desemboca en la plaza Uncibay desde calle Granada. Fue cuando tuve mi primera experiencia profesional de enjundia. José Luis me permitió grabar todo lo que me iba a contar siempre y cuando no lo citase a él, pero con la promesa de que si las cosas se ponían duras podría emitir la grabación.
La cuestión es que a sus jugadores, ayudantes y a él mismo le adeudaban casi 20 millones de las antiguas pesetas, y aunque el propio José Luis no reclamaba cantidad alguna para él pues gozaba de una economía saneada, sí quería que se conociese la situación por la que pasaban sus futbolistas pese a ser los lideres de la categoría.
Yo, ni corto ni perezoso, expliqué con pelos y señales la noticia, además de los incumplimientos contractuales del club con la plantilla. Aquello provocó un enorme dolor de cabeza a Adolfo Arjona, hoy director de la Cadena COPE, entonces conductor del magazine donde yo colaboraba.
Básicamente porque la Cadena Rato era propiedad de la desaparecida Caja de Ahorros de Antequera y su director general, Prudencio Aguilera, íntimo amigo del presidente del Antequerano.
Yo no cité a José Luis Monreal ni usé la grabación, pero en cuanto mi amigo conoció que me habían puesto de patitas en la calle por orden de los de arriba, por la lealtad hacia lo que acordamos le faltó tiempo para realizar unas declaraciones en otros medios y a mí mismo reiterando sus declaraciones iniciales. Monreal no siguió en el club de la Ciudad del Torcal después de aquello y a mí me dio una clase magistral de honestidad y de ser un hombre que se vestía por los pies.
Este es solo un ejemplo de cómo era José Luis y del enorme legado que deja a sus hijos de saber estar, educación, inteligencia, pasión por el fútbol y por su Málaga hasta el final. Antonio, su hijo, buen amigo y tipo extraordinario, se queda huérfano del padre pero sobre todo del amigo, del compañero de viaje de tantas y tantas tardes de fútbol en sus inicios como futbolista y en su trayectoria profesional. Sin embargo, guarda consigo mismo un tesoro incomparable, el de la vida junto a su padre. Siempre te envidiaré por ello, amigo mío.
Te has ido, José Luis, sin decirnos adiós, sin que estos últimos años hayamos podido hablar demasiado. Sabía de ti gracias a tu sapiencia escrita a través del senado malaguista del Diario Sur, una sección que ya no existe. Descansa en paz, amigo mío, al lado de tu esposa y compañera durante toda una vida y junto a tus compañeros que te abrieron paso antes en esa Tribuna Celestial donde disertan a diario el gran Viberti, y los fabulosos Américo, Migueli, Juan Gómez "Juanito", Gallardo y un amplio abanico de malaguistas. Seguro que ilumináis a nuestro club para ayudarle en su camino.
Qué grande has sido, José Luis, y qué importante será tu recuerdo para las generaciones venideras.