YAGO LAMELA Y MI HISTORIA EN EL ATLETISMO

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Yo tenía 9 años cuando empecé en mi colegio a practicar atletismo, 13 cuando escuché por primera vez hablar de él. Apenas hacía unas semanas que me había dicho mi entrenador que probase en el triple salto. Y no me fue mal, la verdad. Quedé subcampeón de Málaga infantil en mi segunda prueba. Pero entonces me enteré de que había un chaval en Asturias que saltaba dos metros más que yo. Y mira que yo me las tenía de muelle humano.

 

El caso es que ahí me di cuenta que mucho tendrían que cambiar las cosas para que un día pudiese saltar como él. Desde entonces, cada vez que competíamos a kilómetros de distancia me afanaba en ver sus marcas, a ver si le había recortado algo. Pero cada vez que yo mejoraba, él también lo hacía. Y cuando cambiamos al salto de longitud, para cuidar las articulaciones, tres cuartos de lo mismo.

 

A los 17 años, con las rodillas dando por saco y cansado de rehabilitar un año entero, ya supe que mi futuro en el atletismo no llegaría a darme una medalla en unos Juegos Olímpicos, ni tampoco en un Campeonato de España. Para andar por casa, por Andalucía, sí; pero no era suficiente. Así que lo fui dejando, me centré en hacer realidad mi otro sueño, el de ser periodista. y poder contar las hazañas de ese saltador que iba para estrella.

 

Y vaya si lo fue. A los 21 años asombró al mundo entero, a mí no, siendo subcampeón del mundo y obligando al enorme Iván Pedroso a dar lo mejor de sí mismo para no perder su corona. Tenía todo el futuro por delante para destronar al cubano y, por qué no, pulverizar los records de Mike Powell y Carl Lewis. Pero el tobillo, que en alguna ocasión ya le había avisado, empezó a molestar seriamente. Y luego llegaron más lesiones, la frustración de no poder continuar avanzando, las depresiones, la dura realidad de saber que había que dejarlo.

 

No era su primer episodio negativo. Ya en su día abandonó la universidad americana que le había becado porque allí no se encontraba a gusto. Volvió a su casa y recuperó la sonrisa. Y nos hizo sonreír a todos los amantes del atletismo…

 

Tras varios años de lucha contra los problemas físicos, tuvo que adaptarse a su nueva realidad. Y le superó. Igual que había hecho él con todos sus rivales en el foso de arena, la vida saltó más que él. Problemas psicológicos, falta de ilusión… parecía recuperado, decían los que le conocían más de cerca y le trataban. Sin embargo, ayer se fue, ayer dio su salto más grande hacia la eternidad. Yago Lamela se nos ha ido con 36 años en un maldito 8 de mayo, como se fue también tal día como ese hace dos años mi compañera en televisión Olga Muñoz.

 

Que descansen en paz y con el amor, cariño y aprecio de los que dejan en esta maldita vida terrenal.