@SuarezRMarca | La premisa de que las apariencias engañan está muy extendida en esta sociedad actual presta a dibujar una primera impresión demasiado superficial. A veces, sin embargo, esa imagen sí se corresponde con la realidad. Por ejemplo, con la del Málaga. Su apariencia, sus gestos, sus ansiedades, sus modos… todo ello le condena desde el principio para no ser coronado como el rey del baile. Ya no es el equipo alegre y simpático, resultón en ocasiones, con el que uno se divertía. Ahora es un conjunto triste e insolidario en el que nadie sabe muy bien qué hacer, en el que todos están perdidos buscando un lugar donde esconderse, cerrar los ojos y esperar a que la pesadilla pase cuanto antes. Se miran pero ninguno actúa. Y mientras eso ocurre, los rivales se aprovechan. La inercia de estos les lleva a ser valientes sin preocuparse de lo que ocurra a sus espaldas. Se sueltan y se creen hasta mejores de lo que son. Y así ganan a los de Míchel sin demasiado esfuerzo.
Citius, altius y fortius, o lo que es lo mismo, más rápido, más alto y más fuerte. El lema olímpico lo lleva cosida a la piel el Girona, un recién ascendido. Como también lo tenía impregnado el Eibar. Tienen una velocidad más para montar contragolpes y ser más profundos. Saltan más que los blanquiazules aunque sean más bajitos, da igual. Que gane Stuani por arriba, vale; que lo haga Portu con su 1’65, pues ya no cuela. Y también, por último, son más fuertes porque entran sin miedo a por los balones divididos.
Así que, con estos argumentos, el Málaga se pudo dar con un canto en los dientes al irse a los vestuarios de Montilivi con un solo gol en contra en la primera parte. Tanto anotado por Alcalá, un ex que debutó con el primer equipo blanquiazul de la mano de Muñiz siendo un juvenil con acné y que ahora, ya de mayor, aprovechó un rechace tras una buena parada de Roberto para marcar a placer. Era fuera de juego, pero el despiste supino de la defensa boquerona en el saque de una falta para dejar solo a Granell fue de traca.
Merecido el tanto de los de un Machín que le dio también una lección táctica a Míchel. Intentó el madrileño que su Málaga molara, pero aunque la entrada de Jony mejoró muchísimo a Juanpi -incomprensible su córner al lateral de la red-, los centros del asturiano, otra vez, no llegaron a su destino. Buscó a Ontiveros también como revulsivo, pero el marbellí aún no está en condiciones óptimas para romper cinturas. E incluso se la jugó a la desesperada quitando a Rosales para enchufar a En-Nesyri. Nada de nada. Al contrario, lo que quedará de este partido es la inhibición de Adrián González, las continuas protestas de Recio, el malestar de Bastón en su isla privada o incluso la falta de ganas de Rosales y de Juankar por subir por sus bandas.
Sólo en los minutos finales, con un Girona asustado por lo que le pasó ante el Atlético en su debut, pudo el Málaga amenazar a Iraizoz, pero la falta de puntería hizo que el vasco casi ni tuviera que intervenir. Su defensa sí que ayudó, no como a Roberto, que se marchó otra vez siendo el mejor de los suyos aunque encajando un tanto que hizo sumar la segunda derrota en los dos partidos jugados.
GIRONA: Iraizoz; Alcalá, Bernardo, Muniesa; Maffeo, Pere Pons, Granell, Aday; Portu (Douglas Luiz, 73’), Stuani (Kayode, 81’), Borja García (Juanpe, 86’).
MÁLAGA: Roberto; Rosales (En-Nesyri, 82’), Luis Hernández, Baysse, Juankar; Kuzmanovic (Ontiveros, 54’), Recio; Juanpi (Jony, 46’), Adrián, Mula; Borja Bastón.
GOL:
1-0, min. 28: La defensa se queda dormida en el saque de una falta, el balón le lleva a Granell solo en el área y su tiro lo despeja Roberto. El rechace lo captura en fuera de juego Alcalá para rematar a puerta vacía.