Los nuevos fármacos para la obesidad son un tratamiento complementario y deben estar siempre supervisados por un especialista

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En España, más de la mitad de la población adulta sufre de sobrepeso u obesidad. la prevalencia del sobrepeso y la obesidad ha ido en aumento en las últimas décadas, “según datos recientes, cerca del 40% de la población adulta padece sobrepeso y alrededor del 17% sufre de obesidad. En resumen, más de la mitad de la población padece obesidad o sobrepeso”, apunta el doctor César Ramírez, jefe del Servicio de Cirugía General y de la Unidad de Obesidad del Hospital Quirónsalud Málaga.

Además, proyecciones del World Obesity Atlas estiman que, para 2035, la prevalencia de obesidad en adultos alcanzará el 37% en España, con un aumento anual del 1,9% en la incidencia de obesidad entre 2020 y 2035. 

Esta tendencia al alza no sólo afecta a los adultos, sino que también está impactando de manera preocupante a los niños y adolescentes, ya que más de un tercio de este grupo poblacional también se encuentra afectado por estos trastornos. En esta franja de edad, el sobrepeso ha pasado de ser una excepción a convertirse en una preocupación generalizada. El Estudio ENE-COVID, realizado por el Instituto de Salud Carlos III y la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, revela que un 33,7% de los niños y adolescentes de 2 a 17 años tienen exceso de peso. Asimismo, aproximadamente el 13% de los niños españoles entre 6 y 9 años son obesos. Según la Fundación España Salud, en nuestro país, casi el 40% de los niños de 7 a 9 años presentaron sobrepeso y obesidad; una de las cifras más altas de toda Europa.

Junto con el cáncer, representan una de las principales causas de muerte a nivel global, al estar directamente vinculados con enfermedades cardiovasculares, hemorragias cerebrales e infartos de miocardio. “Los factores de riesgo asociados a estas patologías, como la hipertensión, la diabetes tipo 2 y el colesterol elevado, tienen su origen en gran medida en la obesidad, convirtiéndola en un grave problema de salud pública”, advierte el doctor Ramírez.

Junto con el cáncer, representan una de las principales causas de muerte a nivel global, al estar directamente vinculados con enfermedades cardiovasculares, hemorragias cerebrales e infartos de miocardio. Los factores de riesgo asociados a estas patologías, como la hipertensión, la diabetes tipo 2 y el colesterol elevado, tienen su origen en gran medida en la obesidad, convirtiéndola en un grave problema de salud pública. Y es que, añade el doctor Javier Moreno, especialista en Cirugía General y Obesidad de Quirónsalud Málaga, “la obesidad a nivel mundial ha generado ocho millones de muertes en datos recogidos en el año; cifras que evidencian que es una enfermedad que no es un concepto meramente estético y que supone un problema grave para la salud”. 

El paciente no se muere en sí por la obesidad como tal, se muere de todas las enfermedades que lleva asociada. La hipertensión arterial les provoca accidentes vasculares, hemorragias cerebrales, infartos de miocardio, cardiopatía isquémica tipo ángor. La diabetes provoca una destrucción progresiva de las arterias de menor tamaño de nuestro cuerpo y esas son las que más tenemos que cuidar, porque se encuentran a nivel de la retina, provocando ceguera. También se encuentran a nivel de los riñones, provocando insuficiencia renal, hace que los pacientes acaben en diálisis, incluso precisando un trasplante. También la cardiopatía isquémica, que es la afectación de las arterias del corazón, que acaban provocando infartos. 

Paralelamente al aumento de la incidencia de la obesidad ha proliferado un boom de nuevos fármacos mediante semaglutida, un medicamento utilizado principalmente para el tratamiento de la diabetes tipo 2 y, más recientemente, para la gestión del sobrepeso y la obesidad. Funciona como un agonista del receptor GLP-1 glucagón tipo 1, efectivos en la gestión del control glucémico y en la reducción de peso, lo que los convierte en una opción terapéutica central tanto para la diabetes tipo 2 como para la obesidad, pues “ayuda a regular los niveles de azúcar en sangre, mejora la saciedad y reduce el apetito. Sin embargo, efectos secundarios asociados a su uso, así como su alto coste y desabastecimiento en farmacias, han sido factores polémicos asociados a este fármaco”, explica el doctor Ramírez.

Estos son excelentes fármacos, pero “no son el milagro para la obesidad; eso es crear una falsa expectativa para estos pacientes”. El doctor Moreno insiste en que los fármacos son un tratamiento complementario para la obesidad, pero no definitivo porque “si el paciente deja de tomarlo, la reganancia de peso está asegurada”.

Además, estos fármacos necesitan una correcta supervisión por parte de expertos como son los endocrinólogos. Estos fármacos tienen una serie de efectos sobre el páncreas y sobre el tiroides, que hay que controlar, deben tener un sistema de control, deben tener un seguimiento nutricional adecuado.

Si al paciente se le administra este tipo de fármaco y no come correctamente, el paciente se encuentra agotado, cansado. Fundamentalmente, se debe a que ha habido una gran destrucción de proteínas. Por lo tanto, es necesario que tenga una buena supervisión.

Los nuevos fármacos han venido para ayudar y hay que saberlos emplear de forma correcta, como tratamientos complementarios. Para pacientes, por ejemplo, con diabetes tipo 2 que tienen una obesidad tipo 1 y pueden estar controlados con la medicación. Para pacientes de obesidad tipo 3 ó 4 hay que hacerles una técnica más de tipo hipoabsortiva y se pueden usar estos fármacos para que pierda un poco de peso para someterse a la cirugía con más seguridad. Se les pone este tratamiento durante un par de meses o incluso después de haberse operado para controlar la reganancia de peso.

Según los expertos, la cirugía bariátrica, hoy día, es el tratamiento más efectivo que puede mantener la pérdida de peso a largo plazo.

La cirugía, junto con un enfoque integral de tratamiento que incluya cambios en la alimentación y el ejercicio, puede mejorar significativamente la salud de los pacientes, reduciendo los riesgos asociados a enfermedades como la hipertensión, la diabetes y otros trastornos metabólicos.

Hoy día, los cirujanos bariátricos hemos conseguido que las técnicas bariátricas se hagan con mucha seguridad y excelencia. El paciente puede estar tomando líquidos la misma tarde-noche que se opera y se levanta el mismo día de la cirugía. Y a los dos días se marcha a casa. El paciente necesita un seguimiento por parte del cirujano. Al mes le vamos reintroduciendo los alimentos de forma progresiva.

Otro pilar fundamental es el ejercicio físico. La mayoría de los pacientes con obesidad tienen una vida sedentaria o semi sedentaria. El equipo de Obesidad de Quirónsalud Málaga recomienda hacer deporte de fuerza dos veces en semana de forma progresiva. Ese deporte de fuerza es el que te va a mantener activo el músculo, la actividad proteica de ese músculo. Cuando hay obesidad suele haber un desequilibrio entre la grasa y la proteína: mucha grasa y poca proteína. Lo que queremos es que cuando el paciente empieza a perder peso, suba la proteína y baje la grasa. Si un paciente con obesidad después de operarse o tratarse con fármacos, disminuye en grasa y también en proteínas, lo que se está provocando es una desnutrición proteico-calórica.

Hoy en día existe también la moda de ir a países como Turquía a operarse de cirugía bariátrica. Como explica el doctor Moreno: “el problema en estos casos es que no se hace un seguimiento posterior adecuado a estos pacientes. El paciente se vuelve a España, se vuelve a su país de origen y no se le insiste en la importancia que tiene el seguimiento, tanto por parte del cirujano como por parte de endocrinólogo y el nutricionista, así como de la realización de algo de ejercicio físico y demás hábitos saludables”. Por otro lado, a todos los pacientes, “para abaratar el coste, se les hace la misma cirugía: una reducción de estómago, una gastrectomía vertical; y esto no es correcto”. La gastrectomía vertical se puede hacer en aquellos pacientes que no tengan enfermedad por reflujo gastroesofágico (pirosis o ardores) o en pacientes que no sean diabéticos. En estos casos, hay que plantear otras técnicas, como el bypass gástrico. Así que “no sólo hay que tratar al paciente para perder peso, hay que tratar todas las enfermedades asociadas”. Así, hay que adaptar el tratamiento a cada paciente, ofrecerle todas las alternativas que están a nuestro alcance, dejar de estigmatizar al paciente y tener claro que es una enfermedad multifactorial.

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