Carlos Alcaraz, a sus 21 años y 70 días, sigue haciendo historia allá donde va. El murciano, 35 días después de coronarse por primera vez en la tierra de Roland Garros, ha repetido título sobre la hierba de Wimbledon. Sólo ocho jugadores habían alcanzado esa hazaña en la Era Open. Desde Rod Laver, John Newcombe y Björn Borg, pasando por John McEnroe, Boris Becker y Pete Sampras, hasta Roger Federer. El último de ellos había sido Novak Djokovic, barrido en la final del All England Club, con un tanteo de 6-2, 6-2 y 7-6(4).
Lo que más le costó al Rey de la hierba fue cerrar la final. Con un 40-0, cometió una doble falta, después vino un resto ganador de Djokovic al pie y remató fuera una volea de derecha a mitad de pista. Contribuyó una aficionada gritando «yes» antes de tiempo. El desenlace murió en la muerte súbita.
El póker de grandes coronas del español le sitúa en otra dimensión porque ningún miembro del ‘Big Three’ llegó tan rápido a esas cifras. La Catedral del tenis asistió al bautismo del ‘Big One’. Alcaraz parecía más tranquilo que en 2023, pero la procesión iba por dentro. Djokovic, poco exigido por sus rivales en el camino a la final, sabía que debía dar varios pasos más si quería recuperar la corona que le quitó el español la pasada edición.Juan Carlos Ferrero le había remarcado a su pupilo que uno de los objetivos era no repetir el set inicial de la final de la pasada campaña en el que sumó un único juego.
No había tregua por parte del vigente campeón, que marcaba rápidamente territorio con respecto a su adversario. ‘Nole’ empezó a resoplar. No veía agujero en el otro lado de la red. A los 21 minutos, estrenó su marcador. Alcaraz ponía a prueba la movilidad de Djokovic con alguna que otra dejada. Intocable al servicio, se anotó la primera manga sin apenas fisuras y con dos saques robados.
La final era un acoso y derribo por parte del número tres mundial. Él parecía el veterano en su cuarta gran final. Las ganó todas. El balcánico había disfrutado de una única opción de ‘break’, sin éxito, en el sexto juego. La grada de la central iba con el español, pero también quería ver más tenis. En la reventa se pagaban 15.000 euros y querían un retorno.Desde la primera fila observaba Kate Middleton, la princesa de Gales, que iba a entregar por segundo año consecutivo el trofeo a Carlitos. Fue recibida con una sonora ovación por su lucha contra el cáncer. Kate estaba secundada por dos leyendas de la raqueta como Rod Laver y Andre Agassi.
Djokovic maldecía su suerte en serbio. Ya son 13 las finales de los ‘majors’ que se le escapan, las dos últimas en Wimbledon y frente al mismo oponente. El guión no cambió en el segundo set. El silencio sepulcral en la pista permitía apreciar el toque limpio de la pelota. El vencedor es el tenista total, el que lo hace todo bien. Saca, resta, tira ganadores, conecta dejadas y volea como un calco de la mejor versión de Becker y Stefan Edberg. A todo este repertorio le ha añadido la capacidad de deslizarse por el césped como si se tratara de tierra batida.
El serbio estaba en el alambre, pero se resistía a rendirse. Y el aficionado británico, poco dado a aplaudirle, premiaba su esfuerzo con tímidos aplausos.
Djokovic iba punto a punto, juego a juego. No podía ir más allá cuando sólo había disfrutado de una pelota de rotura. Sumó una segunda. A la tercera fue la vencida para llegar al cinco iguales. El ‘tie break’ dictó sentencia. Dios salve a Alcaraz.