Un vestuario feliz y una afición feliz mueven montañas

Estamos felices. Al malaguista lo calas hoy fácilmente por la calle. Va risueño, te ha hablado del partido de ayer ya unas 50 veces a lo largo del lunes y no para de repetir como un papagayo el calendario que le queda a Castellón, Ibiza y Córdoba. Ese malaguista ya tiene el día 28 de abril guardado a fuego en el calendario. La visita a Córdoba. Y es que la temporada ha empezado de nuevo para la afición malaguista y el equipo. Arranca una liga de diez jornadas donde sinceramente solo veo a día de hoy un equipo mejor que este Málaga. Pero hay un arma que todo lo vale, y es que un vestuario feliz y una afición feliz todo lo vale.

No, no es un fútbol champagne. Ya lo sabemos. El Málaga no irá al museo Picasso del tiki-taka. No hace falta repetirlo más. Soy de los que piensa que el fin justifica los medios. Y este equipo con todos sus defectos y virtudes ha llegado a cinco puntos del líder y a dos de los que le siguen en las últimas jornadas de la competición. Eso, con 30 puntos por delante es una vida extra. Después de lo de Castellón y Melilla yo había tirado la toalla del ascenso directo. Y como yo, mucha gente dentro y fuera del club. Era normal, por otro lado. Mi enhorabuena a los que no se bajaron del barco del ascenso directo nunca. De ellos será el reino de los cielos.

Ahora bien, la fórmula de un vestuario unido y feliz y una afición feliz es una ecuación que mueve montañas en este Málaga. La montaña puede ser el Everest o 13 puntos de desventaja más un golaverage perdido. Ver a este vestuario celebrar la victoria en el vestuario o reaccionar ante la adversidad, véase lo de Dioni, me hace reflexionar. Cuando el rebaño permanece unido el lobo se acuesta con hambre. Este equipo lo vio todo tan negro que da la sensación de que jugar sin presión ha sido suficiente para reengancharse. Veremos a ver qué es lo que ocurre, pero colarnos en esta fiesta ya es más de lo que muchos esperaban. A disfrutar del fútbol de primavera, el más bonito que existe.