El mismo rollo de siempre (0-1)

El Málaga vuelve a escribir otra página negra en este curso 22/23. Incapacitado de nuevo los blanquiazules de dar la vuelta a un partido, una vez el rival asestaba un golpe. El Éibar se adelantó al filo del primer cuarto de hora, y no hubo respuesta. Algún que otro arrebato de corazón, pero los armeros no se vieron intimidados por los de Pepe Mel, otra vez desesperante a la hora de manejar los cambios en la segunda mitad. Otra semana larga se avecina en Martiricos y la tensión que aumenta.

Los blanquiazules fabricaban su mejor oportunidad a partir de un centro de Juanfran, que no pudo engatillar N’Diaye. Movimiento plástico del senegalés que quedó para la foto, en la misma portería donde Baptista culminaba uno de los mejores tantos que se recuerdan en Martiricos. Desenlace muy diferente. El que sí iba a fructificar es el Éibar aprovechando una pifia en la salida de pelota en los de Mel: le cayó la pelota a Tejero, centro raso teledirigido a Quique González, que ponía el 0-1 y el nerviosismo en la grada.

De nuevo el rival haciendo muy poco para ponerse por delante ante los blanquiazules. Primera desconexión y bofetada, mismo guion que en Leganés, Oviedo y otras de las siete derrotas que se acumulaban hasta ahora. Stoickkov perdonaba el segundo, a la vez que La Rosaleda cantaba a capela el ya manido «José María, dimisión». Otro caramelo de Tejero y el pichichi de los armeros erraba lo que va para dentro casi siempre. Oportunidad perdida de los vascos de dar la puntilla a un Málaga.

N’Diaye pondría a prueba a un Luca Zidane que estuvo muy seguro en la primera mitad. Mandó a córner un derechazo firme del senegalés. El francés también atajaba un zurdazo de Rubén Castro tras un rechace en el área. Las dos únicas situaciones donde se estuvo cerca del empate, de nuevo con unos problemas evidentes en la creación. Un equipo plano, previsible, y donde se hacía daño tan solo a partir de centros desde los costados. Los locales volvían a incidir en los mismos errores.

Con modificaciones en ambos equipos: Mel recurría a Cristian por un Gallar de nuevo gris, quizás a causa de esas molestias que perduran… o no, porque es un jugador que aún no lucido. Blanco Lesckuk, viejo anhelo de Manolo Gaspar, se reencontraba con La Rosaleda, sustituyendo a Stoickkov. N’Diaye volvía a trazar un disparo a la portería de Zidane, de nuevo bien blocado por el meta. Más carne en el asador en los blanquiazules a poco más de media hora para el final, con un Fran Sol que iba a acompañar a Rubén Castro en la punta de lanza.

El madrileño, tras un centro de Javi Jiménez, peinado en el primer palo, no pudo acomodar la cabeza cuando Zidane estaba batido; con pitos incluidos poco después tras perder una pelota en la creación. Otro señalado fue Fran Villalba, con sonido de viento cuando Febas entraba en su lugar. Nadie se salva de la quema. Sobre el césped, el Málaga se mostraba con muy pocos argumentos futbolísticos, y un Éibar cómodo con espacios por delante. Un contexto favorable a los de Garitano. Pepe Mel agotaba los cambios, con Jozabed y Fomba, el mismo recurso que el pasado lunes en Oviedo.

Al filo del noventa, reclamaba Febas penalti tran un agarrón de Aketxe, cuando iba dirección portería rival. Cordero Vega no vio nada, tampoco Prieto Iglesias desde el VAR. Estallaba Martiricos en una jugada que posiblemente en otro momento de partido, el árbitro lo dirime de otra manera. De las últimas donde el Málaga pudo soñar con la igualada, de nuevo a las puertas. Una repetición de partido uno tras otro

Una nueva regresión desde que Pepe Mel llegara al banquillo; su equipo será otra jornada colista, a cuatro puntos de la salvación. Pero las sensación de fragilidad que se transmite es de un cadáver. Son 9 de 39 posibles. Solo hay que ver los precedentes en la categoría de plata con estos puntos en noviembre. Que lo pregunten en Alcorcón.