Otro empate a nada (0-0)

El Málaga sigue sumergido en el querer y no poder. Otra semana que se alarga la agonía de no ganar en Martiricos, y una ansiedad que va a persistir veremos hasta cuando. Un empate que sabe a nada, y pudo ser peor si no es por las actuaciones de Manolo Reina en la segunda mitad. Superioridad estéril por momentos, insuficiente para poner en aprietos a un digno Andorra, sólido hasta con diez en los últimos minutos. Este Málaga sigue sin carburar.

La producción de los blanquiazules en la primera mitad vino a raíz de la osadía de Raúl Lizoain, seña del conjunto de Éder Sarabia eso de sacar el balón desde atrás. Dos situaciones francas que le cayeron a Jozabed: en la primera con todo a favor para regalarle el primero a Rubén Castro, error grosero del sevillano en la ejecución del pase. Minutos después se cambiaron los roles. Mika Mármol tapaba el disparo del centrocampista cuando La Rosaleda cantaba el primero.

No es fácil imponerse en el juego ante un equipo tan especial como este Andorra; ya avisaba Pepe Mel de las peculiaridades de una de las revelaciones de la categoría. Sin embargo, los blanquiazules llevaban el peso del juego, con un Villalba comodísimo en ese enlace entre la sala de máquinas, donde volvió a resaltar N’Diaye. Qué jugador el senegalés. Bendito fichaje se sacó Manolo Gaspar de la chistera. El jugador que sostiene todo el engranaje defensivo.

La Rosaleda se desesperaba por el tabú de mirar a portería. Solo cuatro remates, y cero a puerta, fue el pobre bagaje en los blanquiazules en una primera mitad donde los andorranos tampoco probaron a Manolo Reina. Datos que no son justificables viendo los mimbres en los de Pepe Mel. Necesario meterle otra velocidad al juego, no solo provocando los errores del rival. También destacar la polémica: una disputa de Bakis con Escassi que quedó en nada; y Rubén Castro reclamaba una roja de Alende cuando el canario ya encaraba a Lizoain, esa sí más discutible, aunque no entró el VAR.

Tras la reanudación, llegaba la gran oportunidad de los blanquiazules: Esteban Burgos se levantaba a lo Weligton, con un salto que hasta tiró a Escassi al suelo; y Lizoain se estiraba para salvar el primero de una noche ya otoñal en Martiricos. Buena intervención del portero canario. Ya se había metido el miedo en el cuerpo a los visitantes, pero había que confirmar el cambio de cara en la segunda parte. Precisamente el paleño aparecía cuando Molina se preparaba para ajusticiar a Reina en una de las jugadas siguientes.

Doble modificación a media hora del final: momento de Luis Muñoz, una de las mejores noticias de la noche, y oportunidad para Fran Sol de convencer al técnico madrileño. Se marchaban Villalba y un Loren Zúñiga que no tuvo opción de marcar. A punto estuvo de sentenciar Burgos a su equipo con un error grosero. Pase atrás a Manolo Reina que se convirtió en un mano a mano de Bakis ante el de Villanueva del Trabuco. No acertó el delantero del Andorra. Pocos minutos después, acción calcada, esta vez con una equivocación de N’Diaye, y de nuevo aparecía el héroe de la noche.

Providencial el meta blanquiazul esta vez ante Germán Valera; su mejor parada desde que aterrizó en Martiricos: gran estirada abajo y el público se lo reconocía con una merecida ovación. Nerviosismo porque el Andorra ya había mandado tres avisos. Pagaba los platos rotos un Jozabed gris en su primera titularidad en la etapa Pepe Mel, pitos para el sevillano, y entraba Ramón ya cumplidos dos tercios de partido.

Y otro que caía a la enfermería: Febas, KO por unos problemas físicos que pintan a rotura. Contratiempo muy serio para lo que se avecina. Un último cuarto de hora desangelado, hasta que la expulsión de Pastor dio un chute de energía a los blanquiazules a diez minutos del final. Se buscó con ahínco el gol, pero no hubo situaciones claras. Un punto que sabe a poco. Justo por todas las situaciones que salvó Reina. El Málaga seguirá como colista. Otra oportunidad tirada al limbo de ganar en Martiricos.