El Málaga CF fue un claro ejemplo de quiero y no puedo contra la Ponferradina. Los blanquiazules quisieron ganar el encuentro pero no fueron capaces de ello por la ineficacia ofensiva que viene castigando al equipo desde principios de curso. Fue por eso que Natxo González y una parte de la afición se marchó contenta con lo que vio del equipo. Un Málaga que tuvo dos caras. Una primera, en la que la Ponferradina rozó el 75% de la posesión y otra, en la que el Málaga apretó y metió a los de Bolo en su área. El Málaga quiso pero no pudo. Se trata de un paso adelante, pero por desgracia de intenciones no se vive.
Salieron los malaguistas muy mal al campo. Febas y Jozabed, junto a los de arriba, llegaban tarde a todas las presiones. La Ponfe dominaba en todo el campo y el Málaga no era capaz de mantener la pelota más de 10 segundos. La Rosaleda se desesperaba y se lo hacía ver a los suyos. De no ser por Dani Barrio, los blanquiazules hubiesen encajado gol en dos ocasiones claras de Edu Espiau y Agus Medina. Todo cambió tras la lesión de Juande. El Málaga dio un paso adelante y acabó cercando la portería de Amir sin llegar a disparar entre los tres palos.
La segunda parte fue otra cosa. Con impotencia, los seguidores malaguistas tuvieron que soportar que su equipo solo disparase dos veces entre los tres palos. Febas empezó a tomar el control, pero sus asociaciones siempre acababan mal. Vadillo se quedó sin frescura y Brandon estaba demasiado solo arriba. Agitó algo el equipo Natxo, pero quizás demasiado tarde. El centro del campo estaba fundido y Roberto y Chavarría poco pudieron hacer. Hay motivos para creer que la dinámica ha cambiado, pero también los hay para desesperarse. Cada uno tiene para agarrarse a lo que quiera.
Yo salí del campo contento como pocas veces esta temporada.
En frente estaba el 5º clasificado que apenas inquietó.
Esperemos se siga esta línea