La vuelta al origen para el Unicaja

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Fotis Katsikaris arenga a sus jugadores en el Carpena
Fotis Katsikaris arenga a sus jugadores en el Carpena | UnicajaFotoPress

El batacazo de ayer en El Pireo vuelve a sembrar caos en torno a Los Guindos. Preguntas, dudas e incertidumbre sobre hacia donde va el Unicaja de Fotis Katsikaris. Un proyecto, a día de hoy, cogido con alfileres. Las diez derrotas en el curso son un argumento de peso para cortar todo de raíz, pero lo que más indigna al aficionado es el cómo se han producido: la realidad es que el bochorno de ayer ante el Lavrio no fue un accidente, fue el culmen a un estallido inminente. Porque una derrota en Miribilla, dando esta imagen, sería insostenible. Toca reflexionar durante estos días en dónde radica el problema de la entidad.

Katsikaris es un excelente entrenador, cualquiera que esté al día del baloncesto nacional, al hacer un ránking de los mejores técnicos, la mayoría situaría al heleno en el top por su trayectoria en todos los equipos a los que ha entrenado. Su curriculum es intachable. Quizá los caminos se hayan juntado en un momento muy complicado. El griego va camino de cumplir el año en Los Guindos, tiempo suficiente para asentar unas bases y devolver al Unicaja, al menos, a esa zona media. Triste, pero es la cruda realidad.

Un período difícil, con movimiento en el organigrama del club, pero a punto de culminar un año en lo deportivo muy decepcionante. Una plantilla similar a la del curso pasado, acomodada, con fichajes que hasta ahora no están dando el nivel, tal es el caso de Barreiro o Eric. Un Nzosa sin jugar y con la cabeza en otro sitio; y con el tiempo, talentos como los Brizuela o Jaime poco a poco devaluándose. Entre otros nombres porque no se libra nadie. Tampoco Katsikaris, que decidió hace unos días ponerse a la defensiva con la prensa y decir aquello del «entorno negativo».

Luis Casimiro se marchó ninguneado por la afición cajista. Un cabeza de turco. Como la rémora en ese decrecimiento de la entidad. El manchego fue despedido el pasado mes de enero, con el Unicaja clasificado para la Copa y décimo, a una sola victoria del playoffs. El tiempo demuestra que aquello fue un error porque no era un problema de entrenador, sino mucho más complejo que cambiar pieza por pieza el banquillo.

Un año después, volvemos al origen. Una situación si cabe peor a la del pasado mes de enero: un Unicaja virtualmente sin Copa, sin capacidad para ganar partidos a rivales de peso y dando bandazos como el ridículo injustificable de ayer en Atenas.

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